Las personas que despliegan emociones agresivas hostiles, como la cólera, el odio y la crueldad, lejos de ser fuertes demuestran inmadurez, debilidad, miedo y fracaso. En el fondo son como niños que se sienten débiles, dependientes e inseguros, y cuando ven contrariados sus deseos, reaccionan agresivamente. En cambio, las personas verdaderamente fuertes saben ser dulces y amables.
Otro signo de inmadurez es no ser realista. Un niño acepta una fantasía como la realidad sin tratar de establecer diferencias y se le incentiva a esto para que cultive su imaginación y creatividad. Lo malo es que ese niño llegue a la edad adulta no sabiendo distinguir entre la realidad y la fantasía, lo que causa un diluvio de conflictos que le inunda de emociones perniciosas. Son personas cuyo sentido irreal de la vida los lleva a imaginar las cosas más catastróficas. Sienten que todo el mundo está en su contra, que hablan mal de ellos, los persiguen, los rechazan y buscan hacerles daño.
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