Creé argumentos infinitos y traté de elegir el mejor, el más
bello, el que doliera menos, pero no pude, porque todos eran sin sentido, feos
y me dolían hasta el alma, y no es que te tenga mucha consideración, lo que pasa
es que ya me había cansado de hablarle a la pared, al viento, al vacío… y tu
tan allá ignorando lo que sentía (según), y aunque me prometí jamás sufrir
por alguien, nunca imaginé que regresarías a hacerme llorar, tu que antes me hacías
sonreír infinitamente, pero yo creo que lo llamado justicia divina vino a saldar la cuenta pendiente, de aquella
vez en que salí corriendo a esconderme de la felicidad que dibujabas en mi cielo y que no
valoré, y ahora que estamos a mano solo me queda decirte … adiós.
martes, 23 de octubre de 2012
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