El camino que debes seguir…
ya no hay vuelta atrás!!!
domingo, 31 de enero de 2016
sábado, 30 de enero de 2016
viernes, 29 de enero de 2016
No es tan trágico jugar con la distancia y heredar su soledad...
Son las leyes de la física y
el tiempo no se pone en mi lugar.
Ya es un clásico, perdí el
salvoconducto y ahora espero al emisario... que nunca llegará.
Por mucho que vuelvo no encuentro mis recuerdos, los busco, los sueño; lo propio ya es ajeno.
Cayeron los bordes y el vaso ya está lleno.
Y ahora sólo intento vaciar, sólo necesito despegar.
Fue tan largo el duelo que al final casi lo confundo con mi hogar!!!
miércoles, 27 de enero de 2016
martes, 26 de enero de 2016
No tuve suerte...
No tengo fe
Así es como me siento
Estoy fría y avergonzada
La ilusión nunca se
transformó en algo real
Estoy completamente despierta
Y puedo ver...
lunes, 25 de enero de 2016
domingo, 24 de enero de 2016
Súbele súbele que esta re buena!!!
Cuando las cosas van mal simulo que el pasado no es real
Ahora estoy
atrapado en este recuerdo...
Y dejo de seguir al error
Lento a reaccionar
Y
aunque estés tan cerca de mí
Estás
aún tan distante
Y no puedo volver a traerte...
No… No importa cuán lejos hayamos llegado
No puedo esperar a ver el mañana contigo...
sábado, 23 de enero de 2016
miércoles, 13 de enero de 2016
lunes, 11 de enero de 2016
Admiro profundamente a los hombres que hablan de esta forma (afortunadamente estoy encontrando a varios)
Elogio de la Mujer
Brava
POR HÉCTOR ABAD
A los hombres
machistas, que somos como el 96 por ciento de la población masculina, nos
molestan las mujeres de carácter áspero, duro, decidido. Tenemos palabras
denigrantes para designarlas: arpías, brujas, viejas, traumadas, solteronas,
amargadas, marimachas, etc. En realidad, les tenemos miedo y no vemos la hora
de hacerles pagar muy caro su desafío al poder masculino que hasta hace poco
habíamos detentado sin cuestionamientos. A esos machistas incorregibles que
somos, machistas ancestrales por cultura y por herencia, nos molestan
instintivamente esas fieras que en vez de someterse a nuestra voluntad, atacan
y se defienden.
La hembra con la
que soñamos, un sueño moldeado por siglos de prepotencia y por genes de bestias
(todavía infrahumanos), consiste en una pareja joven y mansa, dulce y sumisa,
siempre con una sonrisa de condescendencia en la boca. Una mujer bonita que no discuta,
que sea simpática y diga frases amables, que jamás reclame, que abra la boca
solamente para ser correcta, elogiar nuestros actos y celebrarnos bobadas. Que
use las manos para la caricia, para tener la casa impecable, hacer buenos
platos, servir bien los tragos y acomodar las flores en floreros. Este ideal,
que las revistas de moda nos confirman, puede identificarse con una especie de
modelito de las que salen por televisión, al final de los noticieros, siempre a
un milímetro de quedar en bola, con curvas increíbles (te mandan besos y
abrazos, aunque no te conozcan), siempre a tu entera disposición, en apariencia
como si nos dijeran “no más usted me avisa y yo le abro las piernas”, siempre
como dispuestas a un vertiginoso desahogo de líquidos seminales, entre gritos
ridículos del hombre (no de ellas, que requieren más tiempo y se quedan a
medias).
A los machistas
jóvenes y viejos nos ponen en jaque estas nuevas mujeres, las mujeres de
verdad, las que no se someten y protestan y por eso seguimos soñando, más bien,
con jovencitas perfectas que lo den fácil y no pongan problema. Porque estas
mujeres nuevas exigen, piden, dan, se meten, regañan, contradicen, hablan y
sólo se desnudan si les da la gana. Estas mujeres nuevas no se dejan dar
órdenes, ni podemos dejarlas plantadas, o tiradas, o arrinconadas, en silencio
y de ser posible en roles subordinados y en puestos subalternos. Las mujeres
nuevas estudian más, saben más, tienen más disciplina, más iniciativa y quizá
por eso mismo les queda más difícil conseguir pareja, pues todos los machistas
les tememos.
Pero estas nuevas
mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que
llevamos dentro, son las mejores parejas. Ni siquiera tenemos que mantenerlas,
pues ellas no lo permitirían porque saben que ese fue siempre el origen de
nuestro dominio. Ellas ya no se dejan mantener, que es otra manera de
comprarlas, porque saben que ahí -y en la fuerza bruta- ha radicado el poder de
nosotros los machos durante milenios. Si las llegamos a conocer, si logramos
soportar que nos corrijan, que nos refuten las ideas, nos señalen los errores
que no queremos ver y nos desinflen la vanidad a punta de alfileres, nos
daremos cuenta de que esa nueva paridad es agradable, porque vuelve posible una
relación entre iguales, en la que nadie manda ni es mandado. Como trabajan
tanto como nosotros (o más) entonces ellas también se declaran hartas por la
noche y de mal humor, y lo más grave, sin ganas de cocinar. Al principio nos
dará rabia, ya no las veremos tan buenas y abnegadas como nuestras santas
madres, pero son mejores, precisamente porque son menos santas (las santas
santifican) y tienen todo el derecho de no serlo.
Envejecen, como
nosotros, y ya no tienen piel ni senos de veinteañeras (mirémonos el pecho
también nosotros y los pies, las mejillas, los poquísimos pelos), las hormonas
les dan ciclos de euforia y mal genio, pero son sabias para vivir y para amar y
si alguna vez en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a
diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada para ser
más felices, ellas te lo darán, no las peladitas de piel y tetas perfectas,
aunque estas sean la delicia con la que soñamos, un sueño que cuando se realiza
ya ni sabemos qué hacer con todo eso.
Los varones
machistas, somos animalitos todavía y es inútil pedir que dejemos de mirar a
las muchachitas perfectas.. Los ojos se nos van tras ellas, tras las curvas,
porque llevamos por dentro un programa tozudo que hacia allá nos impulsa, como
autómatas. Pero si logramos usar también esa herencia reciente, el córtex
cerebral, si somos más sensatos y racionales, si nos volvemos más humanos y
menos primitivos, nos daremos cuenta de que esas mujeres nuevas, esas mujeres
bravas que exigen, trabajan, producen, joden y protestan, son las más
desafiantes y por eso mismo las más estimulantes, las más entretenidas, las
únicas con quienes se puede establecer una relación duradera, porque está
basada en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados seguidos
de tristeza. Esas mujeres nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo
que vale la pena, sed de vida larga y de conocimiento.
Vamos hombres, por
esas mujeres bravas!!!!!!!!!!
Héctor Abad
nació en Colombia en 1958 y se recibió en Literatura moderna en Italia. Regresa
a Colombia en 1987 cuando un grupo paramilitar asesina a su padre (médico defensor
de derechos humanos y fundador de la actual facultad de medicina), pero vuelve
a Italia por amenazas recibidas. Retorna a Colombia en 1993 y en la actualidad
reside en Bogotá.
jueves, 7 de enero de 2016
Amor incondicional...
Estos últimos días estuve escuchando mucho sobre el amor incondicional, entonces me puse a buscar sobre el tema pues no lo tenía muy claro ya que se dice tanto del amor... que agregarle la palabra incondicional es todo un tema.
Pero por fin pude encontrar una descripción simplemente genial que me da una mayor claridad y es la siguiente:
Pero por fin pude encontrar una descripción simplemente genial que me da una mayor claridad y es la siguiente:
“Dar y no esperar nada a
cambio, eso nace del corazón, eso es
amor.” Oscar Wilde
Se dice que el amor verdadero y
auténtico es aquel que se da libremente. Pero pese a que todo eso suena muy bonito,
la verdad cuando eres buena persona y lo das todo, se espera que seas tratado
de la misma manera. Cuando amamos a alguien esperamos que esa persona también
nos ame. Pero de esta manera estamos condicionando nuestro amor.
¿Pudiéramos decir entonces que el
amor con condiciones puede ser bueno?
La vida es una constante lucha
por conseguir lo que se desea y muchas veces eso que deseamos se encuentra cada
vez más lejos de nosotros, porque lo alejamos, porque hemos dado sin medida ni
condiciones y no somos correspondidos de igual manera.
Cuando nos entregamos
completamente sin esperar nada a cambio, en realidad, aunque no lo digamos,
damos por sentado que todo cuanto hagamos y demos va a ser plenamente
reconocido y valorado al cien por ciento. ¡Y no!
Y de pronto, nos encontramos con
expectativas totalmente empañadas por las mismas situaciones. Expectativas que
esperamos de los demás, de quienes esperamos recibir algo a cambio nuestro sacrificio
y nuestro amor.
Por ejemplo, cuando hacemos algo
por nuestra pareja y no nos corresponde, nos sentimos insatisfechos y por lo
tanto frustrados. Siempre esperamos algo, aunque eso sea sólo un poco basado en
el reconocimiento del amor que estamos entregando. Si no recibimos nada,
nuestra existencia se puede volver decepcionante y amargada.
“Le amé sin condiciones, sin
esperar nada a cambio”… ¡y nada!… O también deberíamos decir: “sin pedir nada a
cambio, lo di todo.”
¿Es sano amar y dar sin
condiciones?
Por lógica natural, se piensa que
amar incondicionalmente obliga a necesariamente recibir la felicidad, por ende,
así lo concebimos. Así es como caemos en errores garrafales circunstanciales,
sin pedir igualdad de derechos y obligaciones.
Es necesario observar las
necesidades personales y ponerlas en término de virtud y conciencia, ya que de otra manera entregarlas sin límites
observa un crecimiento del ego en tú pareja y se hace más egoísta. Hay que
pensar en el hecho y no esperar atención recíproca.
Necesitas valorarte para valorar,
quererte para querer, respetarte para respetar y aceptarte para aceptar, ya que
nadie puede dar lo que uno no tiene dentro de sí.
Se dice que si dentro de ti no
existe una paz, que tú mismo hayas creado en tu interior, ninguna relación de
pareja te brindará la felicidad que tú mismo no puedas construir.
Sólo podrás ser feliz con otra
persona, cuando seas consciente de que incluso eres feliz cuando no estás a su
lado. Sólo podrás amar siendo independiente, hasta el punto de no tener que
manipular ni manejar a quien dices querer (esto también es una regla general).
Dos personas que se unen por el
deseo de hacerse feliz, fracasaran con el tiempo. Dos personas que se unen con
el fin de compartir su felicidad propia, lograrán una felicidad duradera, y sin
ser su fin, harán feliz a la otra.
Lo que hacemos por alguien que
queremos, hay que hacerlo y ya, más allá de si está bien o no. Llámese amistad,
amor de pareja, amor de madre o hijos.
Tenemos todo el derecho de poner
condiciones, de señalar nuestras obligaciones y derechos por igual, no importa
en qué o con quien. No olvidemos que tenemos el derecho de pedir en la medida
en que nosotros damos. Sin olvidar que es muy importante y más hermoso “dar más
que recibir.” También lo que nosotros damos, necesita ser bienvenido, apreciado
y valorado; sin caer en el egoísmo y la
ambición por supuesto.
Para amar se necesita una alta
dosis de autoestima y la práctica de la libertad responsable.
“No he venido a este mundo a cumplir tus expectativas.
No has venido a este mundo a cumplir mis expectativas. Yo
hago lo que hago.
Tú haces lo
que haces.
Yo
soy yo, un ser completo aún con mis carencias.
Tu eres tú, un ser completo aún con tus carencias. Si nos encontramos y nos aceptamos,
si nos aceptamos y nos respetamos,
si somos capaces de no cuestionar
nuestras diferencias
y
de celebrar juntos nuestros misterios,
podremos
caminar el uno junto al otro;
ser
mutua y respetuosa, sagrada y amorosa
compañía
en nuestro camino. Si eso es posible puede ser maravilloso.” Fritz
Perls
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