evoca el concepto de libertad. En este caso no exactamente la libertad de acción. Si analizamos la etimología de la palabra, como hicimos al principio, vamos a ver que este término viene de ese mismo prefijo auto y de nomo, que no viene de nombre ni de nómina; significa norma. De esta manera, autónomo es aquel que es capaz de fijar sus propias normas, aquel que decide por sí mismo qué es bueno y qué es malo para sí. Para ser más específico, alguien que no anda preguntándole al mundo: “Hice esto, ¿está bien? Hice aquello, ¿está mal?”. Autónomo es alguien que ha renunciado a vivir su vida haciendo en cuesta permanente. Veo todos los días a los que dan un paseíto por el campo contándole a una lista de sus amigos sus desventuras conyugales y les preguntan después si se tienen que separar o no... Me imagino el regreso a casa: “Veintiocho que sí, doce que no, me separo”. ¡Ridículo! Autónomo es entonces quien sea capaz de estructurar sus normas de acuerdo a su propia moral y a sus propios criterios. Y una vez más, no olviden que estoy hablando de adultos.
Jorge Bucay
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