CoNtAnDo: No La ViDa VeRdAdErA, SiNo La ImAgInArIa... S.


viernes, 29 de enero de 2016

No es tan trágico jugar con la distancia y heredar su soledad...


Son las leyes de la física y el tiempo no se pone en mi lugar.

Ya es un clásico, perdí el salvoconducto y ahora espero al emisario... que nunca llegará.

Por mucho que vuelvo no encuentro mis recuerdos, los busco, los sueño; lo propio ya es ajeno.

Cayeron los bordes y el vaso ya está lleno.
Y ahora sólo intento vaciar, sólo necesito despegar.

Fue tan largo el duelo que al final casi lo confundo con mi hogar!!!

martes, 26 de enero de 2016

No tuve suerte...



No tengo fe
Así es como me siento
Estoy fría y avergonzada

La ilusión nunca se transformó en algo real

Estoy completamente despierta
Y puedo ver...

El cielo perfecto está rasgado

domingo, 24 de enero de 2016

Súbele súbele que esta re buena!!!



Cuando las cosas van mal simulo que el pasado no es real
Ahora estoy atrapado en este recuerdo...
Y dejo de seguir al error
Lento a reaccionar

Y aunque estés tan cerca de mí
Estás aún tan distante
Y no puedo volver a traerte...

No… No importa cuán lejos hayamos llegado
No puedo esperar a ver el mañana contigo...

lunes, 11 de enero de 2016

Admiro profundamente a los hombres que hablan de esta forma (afortunadamente estoy encontrando a varios)

Elogio de la Mujer Brava

POR HÉCTOR ABAD 

A los hombres machistas, que somos como el 96 por ciento de la población masculina, nos molestan las mujeres de carácter áspero, duro, decidido. Tenemos palabras denigrantes para designarlas: arpías, brujas, viejas, traumadas, solteronas, amargadas, marimachas, etc. En realidad, les tenemos miedo y no vemos la hora de hacerles pagar muy caro su desafío al poder masculino que hasta hace poco habíamos detentado sin cuestionamientos. A esos machistas incorregibles que somos, machistas ancestrales por cultura y por herencia, nos molestan instintivamente esas fieras que en vez de someterse a nuestra voluntad, atacan y se defienden.

La hembra con la que soñamos, un sueño moldeado por siglos de prepotencia y por genes de bestias (todavía infrahumanos), consiste en una pareja joven y mansa, dulce y sumisa, siempre con una sonrisa de condescendencia en la boca. Una mujer bonita que no discuta, que sea simpática y diga frases amables, que jamás reclame, que abra la boca solamente para ser correcta, elogiar nuestros actos y celebrarnos bobadas. Que use las manos para la caricia, para tener la casa impecable, hacer buenos platos, servir bien los tragos y acomodar las flores en floreros. Este ideal, que las revistas de moda nos confirman, puede identificarse con una especie de modelito de las que salen por televisión, al final de los noticieros, siempre a un milímetro de quedar en bola, con curvas increíbles (te mandan besos y abrazos, aunque no te conozcan), siempre a tu entera disposición, en apariencia como si nos dijeran “no más usted me avisa y yo le abro las piernas”, siempre como dispuestas a un vertiginoso desahogo de líquidos seminales, entre gritos ridículos del hombre (no de ellas, que requieren más tiempo y se quedan a medias).

A los machistas jóvenes y viejos nos ponen en jaque estas nuevas mujeres, las mujeres de verdad, las que no se someten y protestan y por eso seguimos soñando, más bien, con jovencitas perfectas que lo den fácil y no pongan problema. Porque estas mujeres nuevas exigen, piden, dan, se meten, regañan, contradicen, hablan y sólo se desnudan si les da la gana. Estas mujeres nuevas no se dejan dar órdenes, ni podemos dejarlas plantadas, o tiradas, o arrinconadas, en silencio y de ser posible en roles subordinados y en puestos subalternos. Las mujeres nuevas estudian más, saben más, tienen más disciplina, más iniciativa y quizá por eso mismo les queda más difícil conseguir pareja, pues todos los machistas les tememos.

Pero estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. Ni siquiera tenemos que mantenerlas, pues ellas no lo permitirían porque saben que ese fue siempre el origen de nuestro dominio. Ellas ya no se dejan mantener, que es otra manera de comprarlas, porque saben que ahí -y en la fuerza bruta- ha radicado el poder de nosotros los machos durante milenios. Si las llegamos a conocer, si logramos soportar que nos corrijan, que nos refuten las ideas, nos señalen los errores que no queremos ver y nos desinflen la vanidad a punta de alfileres, nos daremos cuenta de que esa nueva paridad es agradable, porque vuelve posible una relación entre iguales, en la que nadie manda ni es mandado. Como trabajan tanto como nosotros (o más) entonces ellas también se declaran hartas por la noche y de mal humor, y lo más grave, sin ganas de cocinar. Al principio nos dará rabia, ya no las veremos tan buenas y abnegadas como nuestras santas madres, pero son mejores, precisamente porque son menos santas (las santas santifican) y tienen todo el derecho de no serlo.

Envejecen, como nosotros, y ya no tienen piel ni senos de veinteañeras (mirémonos el pecho también nosotros y los pies, las mejillas, los poquísimos pelos), las hormonas les dan ciclos de euforia y mal genio, pero son sabias para vivir y para amar y si alguna vez en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada para ser más felices, ellas te lo darán, no las peladitas de piel y tetas perfectas, aunque estas sean la delicia con la que soñamos, un sueño que cuando se realiza ya ni sabemos qué hacer con todo eso.

Los varones machistas, somos animalitos todavía y es inútil pedir que dejemos de mirar a las muchachitas perfectas.. Los ojos se nos van tras ellas, tras las curvas, porque llevamos por dentro un programa tozudo que hacia allá nos impulsa, como autómatas. Pero si logramos usar también esa herencia reciente, el córtex cerebral, si somos más sensatos y racionales, si nos volvemos más humanos y menos primitivos, nos daremos cuenta de que esas mujeres nuevas, esas mujeres bravas que exigen, trabajan, producen, joden y protestan, son las más desafiantes y por eso mismo las más estimulantes, las más entretenidas, las únicas con quienes se puede establecer una relación duradera, porque está basada en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados seguidos de tristeza. Esas mujeres nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo que vale la pena, sed de vida larga y de conocimiento.

Vamos hombres, por esas mujeres bravas!!!!!!!!!!

Héctor Abad nació en Colombia en 1958 y se recibió en Literatura moderna en Italia. Regresa a Colombia en 1987 cuando un grupo paramilitar asesina a su padre (médico defensor de derechos humanos y fundador de la actual facultad de medicina), pero vuelve a Italia por amenazas recibidas. Retorna a Colombia en 1993 y en la actualidad reside en Bogotá.




 

jueves, 7 de enero de 2016

Amor incondicional...

Estos últimos días estuve escuchando mucho sobre el amor incondicional, entonces me puse a buscar sobre el tema pues no lo tenía muy claro ya que se dice tanto del amor... que agregarle la palabra incondicional es todo un tema.

Pero por fin pude encontrar una descripción simplemente genial que me da una mayor claridad y es la siguiente:

“Dar y no esperar nada a cambio,  eso nace del corazón, eso es amor.” Oscar Wilde

Se dice que el amor verdadero y auténtico es aquel que se da libremente. Pero pese a que todo eso suena muy bonito, la verdad cuando eres buena persona y lo das todo, se espera que seas tratado de la misma manera. Cuando amamos a alguien esperamos que esa persona también nos ame. Pero de esta manera estamos condicionando nuestro amor.

¿Pudiéramos decir entonces que el amor con condiciones puede ser bueno?

La vida es una constante lucha por conseguir lo que se desea y muchas veces eso que deseamos se encuentra cada vez más lejos de nosotros, porque lo alejamos, porque hemos dado sin medida ni condiciones y no somos correspondidos de igual manera.

Cuando nos entregamos completamente sin esperar nada a cambio, en realidad, aunque no lo digamos, damos por sentado que todo cuanto hagamos y demos va a ser plenamente reconocido y valorado al cien por ciento. ¡Y no!

Y de pronto, nos encontramos con expectativas totalmente empañadas por las mismas situaciones. Expectativas que esperamos de los demás, de quienes esperamos recibir algo a cambio nuestro sacrificio y nuestro amor.

Por ejemplo, cuando hacemos algo por nuestra pareja y no nos corresponde, nos sentimos insatisfechos y por lo tanto frustrados. Siempre esperamos algo, aunque eso sea sólo un poco basado en el reconocimiento del amor que estamos entregando. Si no recibimos nada, nuestra existencia se puede volver decepcionante y amargada.

“Le amé sin condiciones, sin esperar nada a cambio”… ¡y nada!… O también deberíamos decir: “sin pedir nada a cambio, lo di todo.”

¿Es sano amar y dar sin condiciones?

Por lógica natural, se piensa que amar incondicionalmente obliga a necesariamente recibir la felicidad, por ende, así lo concebimos. Así es como caemos en errores garrafales circunstanciales, sin pedir igualdad de derechos y obligaciones.

Es necesario observar las necesidades personales y ponerlas en término de virtud y conciencia,  ya que de otra manera entregarlas sin límites observa un crecimiento del ego en tú pareja y se hace más egoísta. Hay que pensar en el hecho y no esperar atención recíproca.

Necesitas valorarte para valorar, quererte para querer, respetarte para respetar y aceptarte para aceptar, ya que nadie puede dar lo que uno no tiene dentro de sí.

Se dice que si dentro de ti no existe una paz, que tú mismo hayas creado en tu interior, ninguna relación de pareja te brindará la felicidad que tú mismo no puedas construir.

Sólo podrás ser feliz con otra persona, cuando seas consciente de que incluso eres feliz cuando no estás a su lado. Sólo podrás amar siendo independiente, hasta el punto de no tener que manipular ni manejar a quien dices querer (esto también es una regla general).

Dos personas que se unen por el deseo de hacerse feliz, fracasaran con el tiempo. Dos personas que se unen con el fin de compartir su felicidad propia, lograrán una felicidad duradera, y sin ser su fin, harán feliz a la otra.

Lo que hacemos por alguien que queremos, hay que hacerlo y ya, más allá de si está bien o no. Llámese amistad, amor de pareja, amor de madre o hijos.

Tenemos todo el derecho de poner condiciones, de señalar nuestras obligaciones y derechos por igual, no importa en qué o con quien. No olvidemos que tenemos el derecho de pedir en la medida en que nosotros damos. Sin olvidar que es muy importante y más hermoso “dar más que recibir.” También lo que nosotros damos, necesita ser bienvenido, apreciado y valorado;  sin caer en el egoísmo y la ambición por supuesto.

Para amar se necesita una alta dosis de autoestima y la práctica de la libertad responsable.

“No he venido a este mundo a cumplir tus expectativas. No has venido a este mundo a cumplir mis expectativas. Yo hago lo que hago. Tú haces lo que haces. Yo soy yo, un ser completo aún con mis carencias. Tu eres tú, un ser completo aún con tus carencias. Si nos encontramos y nos aceptamos, si nos aceptamos y nos respetamos, si somos capaces de no cuestionar nuestras diferencias y de celebrar juntos nuestros misterios, podremos caminar el uno junto al otro; ser mutua y respetuosa, sagrada y amorosa compañía en nuestro camino. Si eso es posible puede ser maravilloso.” Fritz Perls