CoNtAnDo: No La ViDa VeRdAdErA, SiNo La ImAgInArIa... S.


martes, 30 de marzo de 2010



Nunca usé un antifaz
Voy de paso
Por este mundo fugaz

No pretendo parar
¿Dime quién camina
Cuando se puede volar?

Mi destino es andar
Mis recuerdos
Son una estela en el mar

Lo que tengo, lo doy
Digo lo que pienso
Tómame como soy

Y va liviano
Mi corazón gitano
Que solo entiende de latir
A contramano
No intentes amarrarme
Ni dominarme
Yo soy quien elige
Como equivocarme

Aprovechame
que si llegué ayer
Me puedo ir mañana
Que soy gitana
Que soy gitana

Sigo siendo aprendiz
En cada beso
Y con cada cicatriz

Algo pude entender
De tanto que tropiezo
Ya sé como caer

Y va liviano
Mi corazón gitano
Que solo entiende de latir
A contramano
No intentes amarrarme
Ni dominarme
Yo soy quien elige
Como equivocarme

Aprovechame
Que si llegué ayer
Me puedo ir mañana
Que soy gitana

Vamos y vemos..
Que la vida es un goce
Es normal que le temas
A lo que no conoces

Tómame y vamos
Que la vida es un goce
Es normal que le temas
A lo que no conoces
Quiero verte volar!!!

Y va liviano
Mi corazón gitano
Que solo entiende de latir
A contramano
No intentes amarrarme
Ni dominarme
Yo soy quien elige
Como equivocarme

Si vine ayer aprovecha hoy
que me voy mañana
Que soy gitana

LA DISCIPLINA

Pregunta: Todas las religiones han insistido en alguna clase de autodisciplina para moderar los instintos del bruto en el hombre. Los santos y los místicos han afirmado haber alcanzado la Divinidad por medio de la autodisciplina. Ahora bien, usted parece dar a entender que tales disciplinas son un obstáculo para la realización de Dios. Estoy perplejo. ¿Quién está en lo cierto en este asunto?

KRISHNAMURTI: En este asunto, ciertamente, no se trata de saber quién está en lo cierto. Lo importante es descubrir por nosotros mismos la verdad al respecto, no de acuerdo con lo que diga tal o cual santo, o una persona procedente de la India o de otro lugar, cuanto más exótico mejor.
Vosotros estáis atrapados entre estas dos cosas: alguien dice “disciplina”, otro dice “no disciplina”. Ocurre en general que elegís lo más cómodo, lo más satisfactorio: os gusta la persona, su aspecto, su personal idiosincrasia, favoritismo y todo lo demás. Descartando, pues, todo eso, examinemos esta cuestión directamente y descubramos la verdad a su respecto por nosotros mismos. Porque esta cuestión implica muchas cosas, y tenemos que enfocarla con mucha cautela y a modo de ensayo.
Casi todos deseamos que alguien con autoridad nos diga lo que debemos hacer. Buscamos directivas para nuestra conducta porque nuestro instinto es estar a salvo, no sufrir más. Se dice que alguien ha realizado la felicidad, la suprema dicha, o lo que sea, y esperamos que él nos diga qué hay que hacer para llegar a ese estado. Eso es lo que queremos: deseamos esa misma felicidad, esa misma quietud interior, ese júbilo; y en este enloquecido mundo de confusión, queremos que alguien nos diga lo que debemos hacer. Ese es, en realidad, el instinto fundamental de casi todos nosotros; y, conforme a ese instinto, establecemos nuestra norma de acción. ¿Se alcanza a Dios, ese algo supremo, innominable y que no puede medirse con palabras, se alcanza eso por medio de la disciplina, siguiendo determinada norma de acción? Deseamos llegar a una meta determinada, a un fin establecido, y creemos que con la práctica, mediante la disciplina, reprimiendo o dando rienda suelta, sublimando o substituyendo, seremos capaces de encontrar lo que buscamos.
¿Qué hay implícito en la disciplina? ¿Por qué nos disciplinamos, si es que lo hacemos? ¿Pueden ir juntas la disciplina y la inteligencia? Porque casi todos sienten que debemos, mediante alguna clase de disciplina, subyugar o dominar al bruto, a eso repugnante que hay en nosotros. ¿Y ese bruto, esa faz repugnante, ¿puede dominarse mediante la disciplina? ¿Qué entendemos por disciplina? Una línea de acción que promete una recompensa; una línea de acción que, si la seguimos, nos dará lo que deseamos, ya sea positivo o negativo. Una norma de conducta que, si se la pone en práctica de un modo diligente, asiduo y lleno de ardor, me dará al final lo que yo deseo. Puede que sea doloroso, pero estoy dispuesto a pasar por ello para conseguir lo que quiero. Es decir, al “yo” que es agresivo, egoísta, hipócrita, impaciente, miedoso todo lo que sabéis-, a ese “yo” que es la causa del bruto en nosotros, lo queremos transformar, subyugar, destruir. ¿Y esto, cómo se va a hacer? ¿Ha de hacerse por medio de la disciplina, o de una comprensión inteligente del pasado del “yo”, de lo que es el “yo”, de cómo surge a la existencia, y todo lo demás? Es decir, ¿destruiremos al bruto en el hombre por medio de la coacción o por medio de la inteligencia? ¿Y es la inteligencia cuestión de disciplina? Olvidemos por ahora lo que han dicho los santos y todo el resto de la gente, y ahondemos el asunto por nosotros mismos, como si por primera vez considerásemos este problema; y entonces, al final, quizá podamos obtener algo creador, no meras citas de lo que otras personas han dicho, todo lo cual es tan vano e inútil.
Primero decimos que en nosotros hay conflicto: lo negro contra lo blanco, la codicia contra la “no codicia”, y todo lo demás. Yo soy codicioso, lo cual trae dolor; y para librarme de esa codicia, debo disciplinarme. Esto es, debo resistir cualquier forma de conflicto que me cause dolor, conflicto que en este caso llamo codicia. Luego digo que ello es antisocial, inmoral, que no es santo, y lo demás las diversas razones de índole social y religiosa que damos para resistirle. ¿Nuestra codicia se destruye o se elimina por la coacción? Examinemos, en primer lugar, el proceso que implica la represión, la compulsión, el eliminar la codicia; el resistirle. ¿Qué ocurre cuando hacéis eso, cuando ofrecéis resistencia a la codicia? ¿Qué es eso que resiste a la codicia? Esa es la primera cuestión, ¿no es así? ¿Por qué ofrecéis resistencia a la codicia, y cuál es el ente que dice “yo” debo estar libre de codicia”? El ente que dice “yo debo estar libre”, es también codicia, ¿no es así? Porque hasta aquí la codicia le ha traído ventaja, pero ahora ella resulta penosa, y por lo tanto dice: “debo librarme de la codicia”. El motivo para librarse de ella continúa siendo un proceso de codicia, porque él quiere ser algo que no es. La “no codicia” es ahora provechosa, y por ello busco la “no codicia”; pero el móvil, la intención, sigue siendo el ser algo, el ser “no codicioso”, lo cual continúa siendo codicia, indudablemente. Y ello es asimismo una forma negativa de la acentuación del “yo”.
Encontramos, pues, que por diversas razones que son obvias, el ser codicioso causa dolor. Mientras disfrutamos de ello, mientras vale la pena ser codicioso, no hay problema. La sociedad nos estimula de diferentes maneras a ser codiciosos; también nos estimulan de diverso modo las religiones. Mientras resulta provechoso, mientras no causa dolor, proseguimos con ello. Pero no bien se vuelve penoso, deseamos resistirle. Esa resistencia es lo que llamamos “disciplina contra la codicia”. ¿Pero acaso nos libramos de la codicia por la resistencia, por la sublimación, por la represión? Cualquier acto por parte del “yo”, con el deseo de librarse de la codicia, sigue siendo codicia. Es evidente, por lo tanto, que ninguna reacción de mi parte respecto de la codicia es la solución.
Antes que nada se necesita una mente serena, una mente no perturbada, para comprender cualquier cosa, especialmente algo que uno no conoce, algo en lo que la mente no puede penetrar: eso que el interlocutor dice que es Dios. Para comprender cualquier cosa, cualquier problema intrincado de la vida de relación, cualquier problema, en realidad-, la mente necesita cierta serena profundidad. ¿Y a esa serena profundidad se llega por alguna forma de coacción? La mente superficial puede forzarse, hacerse serena; pero, sin duda, esa serenidad es la quietud de la decadencia, de la muerte. No es capaz de adaptabilidad, de flexibilidad, de sensibilidad. La resistencia, pues, no es el camino.
Ahora bien, para ver eso se requiere inteligencia, ¿no es así? Comprender que la mente se embota con la coacción, es ya el principio de la inteligencia, ¿verdad? Lo es el ver que la disciplina es mera conformidad a una norma de acción, por obra del temor. Porque eso es lo que está implícito en el hecho de disciplinarnos a nosotros mismos: tememos no conseguir lo que deseamos. ¿Y qué ocurre cuando disciplináis la mente, cuando disciplináis vuestro ser? No hay duda ¿verdad?- de que él se torna muy duro, inflexible, falto de agilidad, inadaptable. ¿No conocéis personas que se han disciplinado, si es que tales personas existen? El resultado, evidentemente, es un proceso de decadencia. Hay un conflicto interior que uno echa a un lado, que uno oculta; pero siempre está ahí, candente.
Vemos, pues, que la disciplina, que es resistencia, crea un hábito, y el hábito, evidentemente, no puede ser productor de inteligencia: el hábito jamás lo es, la práctica jamás lo es. Podéis ser muy hábiles con los dedos practicando en el piano todo el día, haciendo algo con las manos; pero se requiere inteligencia para dirigir las manos, y ahora estamos investigando esa inteligencia.
Si veis a alguien que consideráis feliz o que creéis ha “alcanzado”, y él hace ciertas cosas, vosotros, deseando esa felicidad, lo imitáis. Esa imitación se llama disciplina, ¿no es así? Imitamos a fin de recibir lo que otro tiene; copiamos a fin de ser felices, como nos figuramos que él es. ¿La felicidad se encuentra por medio de la disciplina? Y poniendo en práctica cierta regla, practicando cierta disciplina, una norma de conducta, ¿sois libres alguna vez? Para descubrir, tiene sin duda que haber libertad, ¿no es así? Si habéis de descubrir algo, debéis ser interiormente libres, lo cual es obvio. ¿Acaso sois libres dirigiendo vuestra mente de un modo determinado, cosa que llamáis disciplina? No lo sois, evidentemente. Sois una simple máquina de repetir; resistís de acuerdo con cierta conclusión, con cierto modo de conducta. La libertad, pues, no puede llegar por medio de la disciplina. La libertad sólo puede surgir con la inteligencia; y esa inteligencia se despierta, o tenéis esa inteligencia, tan pronto veis que cualquier forma de coacción niega la libertad, interior o externa.
De modo que el primer requisito no se trata de disciplina- es evidentemente la libertad; y sólo la virtud brinda esa libertad. La codicia es confusión; la ira es confusión, la aspereza es confusión. Cuando eso lo veis, es evidente que ya estáis libres de tales cosas. No es que vayáis a resistirles; veis que sólo siendo libres podéis descubrir, que ninguna forma de coacción es libertad, y que así no hay descubrimiento. Lo que la virtud hace, es daros libertad. La persona que no es virtuosa está confundida; ¿y cómo podéis descubrir cosa alguna en medio de la confusión? ¿Cómo lo podréis? La virtud no es, pues, el producto final de una disciplina; la virtud es libertad, y la libertad no puede surgir mediante acción alguna que no sea virtuosa, que no sea verdadera en sí misma. Nuestra dificultad consiste en que la mayoría de nosotros hemos leído tanto, hemos seguido superficialmente tantas disciplinas: levantarnos todas las mañanas a cierta hora, sentarnos en cierta postura, tratando de dominar la mente de cierta manera. Ya lo sabéis: práctica, práctica, disciplina. Porque se os ha dicho que si hacéis esas cosas durante un cierto número de años, al final tendréis a Dios. Puede que yo lo exprese con crudeza, pero esa es la base de nuestro pensar. Pero Dios, a buen seguro, no llega con tanta facilidad. Dios no es artículo negociable: yo hago esto y tú me das aquello.
La mayoría de nosotros está tan condicionada por influencias externas, por doctrinas religiosas, por creencias y por nuestra propia exigencia íntima de llegar a algo, de ganar algo, que es muy difícil para nosotros pensar de un modo nuevo sobre este problema, sin hacerlo en términos de disciplina. Primero debemos ver muy claramente lo que implica la disciplina, cómo contrae la mente, cómo la limita, cómo la obliga a una acción determinada por obra de nuestro deseo, de las influencias y de todo lo demás. Y no es posible que una mente condicionada sea libre, por “virtuoso” que sea ese “condicionamiento”; y ella, por lo tanto, no puede comprender la realidad. Y Dios, la realidad, o como os plazca llamadle el nombre no importa- sólo puede manifestarlo cuando hay libertad; y no hay libertad donde hay coacción, positiva o negativa, por causa del temor. No hay libertad si buscáis un fin, porque ese fin os ata. Puede que estéis libres del pasado, pero el futuro os retiene; y eso no es libertad. Y sólo en la libertad puede uno descubrir algo: una nueva idea, un sentimiento nuevo, una nueva percepción. Y toda forma de disciplina basada en la coacción niega esa libertad, ya sea política o religiosa. Y puesto que la disciplina que es adaptación a una acción con un fin en vista- ata la mente, ésta nunca puede ser libre. Sólo puede funcionar dentro de ese surco, a semejanza de un disco de fonógrafo.
De suerte que por la práctica, por el hábito, por el cultivo de un ideal, la mente sólo logra el objetivo que tiene en vista. No es libre, por lo tanto; no puede realizar aquello que es inconmensurable. La comprensión de ese proceso total, de por qué os disciplináis constantemente de acuerdo con la opinión pública; con ciertos santos; eso de adaptarse a la opinión, ya sea la de un santo o la del vecino, pues lo mismo da-; el darse cuenta de toda esa conformidad por medio de la práctica, de los modos sutiles de someteros, de negar, de afirmar, de reprimir, de sublimar, todo lo cual implica adaptación a un modelo: el darse cuenta de todo eso es ya el principio de la libertad, de la cual surge la virtud. La virtud, por cierto, no es el cultivo de una idea en particular. La “no codicia”, por ejemplo, si se la persigue como un fin, ya no es virtud, ¿verdad? En otras palabras, ¿sois virtuosos si tenéis conciencia de no ser codiciosos? Y, sin embargo, eso es lo que hacemos por medio de la disciplina.
La disciplina, la conformidad, la práctica, no hacen más que acentuar la autoconciencia de ser algo. La mente practica la “no codicia”, y, por lo tanto, no está libre de su propia conciencia de ser “no codiciosa”; ella no es, pues, en realidad, “no codiciosa”. Lo que ha hecho es ponerse un nuevo manto, que denomina “no codicia”. Podemos ver el proceso total de todo esto: la “motivación, el deseo de un resultado, la adaptación a un modelo, el deseo de seguridad siguiendo una norma; todo eso no es más que el movimiento do lo conocido a lo conocido, siempre dentro de los límites del proceso por el que la mente se aprisiona a sí misma. El ver todo eso, el captarlo, es el principio de la inteligencia, y la inteligencia no es en sí virtuosa ni “no virtuosa”; no se la puede acomodar dentro de un molde en calidad de virtud o de “no virtud”. La inteligencia trae libertad, que no es libertinaje ni desorden. Sin esa inteligencia no puede haber virtud; y la virtud da libertad, y en la libertad surge la realidad. Si veis todo el proceso integralmente, en su totalidad, descubriréis que no hay conflicto. Es porque estamos en conflicto, y porque deseamos escapar a ese conflicto, que recurrimos a diversas formas de disciplinas, abnegaciones y ajustes. Mas cuando vemos lo que es el proceso del conflicto, ya no hay problema de disciplina porque entonces comprendemos de instante en instante las modalidades del conflicto. Eso requiere estar muy alerta, una vigilancia incesante; y lo curioso de ello es que, aunque no os vigiléis de continuo, interiormente continúa un proceso de registro, una vez que la intención existe. La sensibilidad la sensibilidad interior- registra toda impresión a cada instante, de modo que lo interno proyectará esas impresiones en el momento en que estemos serenos.
Por consiguiente, no se trata de disciplina. La sensibilidad jamás puede manifestarse por la fuerza. Podéis obligar a un niño a hacer algo, sentarlo en un rincón, y puede que él esté quieto; pero en su fuero intimo estará furioso, mirando por la ventana, haciendo algo para escaparse. Eso es lo que seguimos haciendo. De suerte que el problema de la disciplina, y el de decidir quién está en lo cierto y quién está equivocado, sólo uno mismo puede resolverlo.
Observad que tememos equivocarnos porque deseamos tener éxito. El temor está en lo profundo del deseo de ser disciplinado; pero lo desconocido no puede ser atrapado en la red de la disciplina. Todo lo contrario. Lo desconocido requiere libertad, no el molde de vuestra mente. Por eso es que la tranquilidad de la mente es esencial. Cuando la mente es consciente de que está tranquila, deja de estarlo; cuando es consciente de ser “no codiciosa” de que está libre de codicia, se reconoce a sí misma en su nuevo atavío de “no codicia”; pero eso no es quietud. Por tal motivo debe uno también comprender el problema que implica este asunto de la persona que reprime y aquello que es reprimido. No son, por cierto, fenómenos separados, sino un fenómeno conjunto: el dominador y lo dominado son uno solo.

jueves, 25 de marzo de 2010

La Naturaleza de la Creación

La materia no existe tal cual la concebimos habitualmente, mas sí existe en la forma de una ilusión cósmica; y para disipar esta ilusión, se requiere de un método definido. Así como es imposible sanar a un hombre adicto a los estupefacientes en un solo instante, así también la conciencia material, que domina al hombre a través de la ley de la ilusión, no puede ser superada sino por medio del aprendizaje y la aplicación de la ley opuesta, es decir, la ley de la verdad.
A través de una serie de procesos de condensación, el Espíritu se transformó en materia; de aquí que la materia proceda del Espíritu, y no pueda por lo tanto diferir de su origen. La materia es una expresión parcial del Espíritu, en la cual lo Infinito se manifiesta como finito, lo Ilimitado como limitado. Más, puesto que la materia no es sino una manifestación ilusoria del Espíritu, ésta no Existe per se.

Conciencia y Materia

Al comienzo de la creación, el Espíritu -inmanifestado hasta entonces- se proyectó en la forma de dos naturalezas diferentes: conciencia y materia. Estas son las dos expresiones vibratorias del único Espíritu trascendental, siendo la conciencia una vibración más sutil y la materia una vibración más burda de Él.
La conciencia es la vibración del aspecto subjetivo del Espíritu, y la materia es la vibración de su aspecto objetivo. El Espíritu, como Conciencia Cósmica, es potencialmente inmanente en la materia vibratoria objetiva; y, en su aspecto subjetivo, se manifiesta como la conciencia presente en todas las formas creadas, alcanzando su máxima expresión en la mente humana y en las innumerables ramificaciones de los procesos reflexivos, emotivos, volitivos e imaginativos de ésta.
La diferencia entre Espíritu y materia yace en la realidad de las vibraciones de ambos; as decir, se trata de una diferencia de grado, mas no de especie. El siguiente ejemplo ilustrará mejor este hecho: Aun cuando todas las vibraciones son cualitativamente semejantes, al oído humano sólo es capaz de percibir las vibraciones más burdas, aquellas que oscilan entre los límites de dieciséis y veinte mil ciclos por segundo; vibraciones de menos de dieciséis y más de veinte mil ciclos por segundo son generalmente inaudibles. No existe ninguna diferencia esencial entre las vibraciones audibles e inaudibles, aun cuando sí existe una diferencia relativa, de grado, entre ellas.
A través del poder de Maya – la ilusión cósmica- el Creador ha hecho que las manifestaciones materiales se presenten tan claramente diferenciadas e individualizadas ante la mente humana, que ésta no las asocia en forma alguna con el Espíritu.

El Pensamiento: La Vibración Más Sutil

Contenida en la burda vibración del cuerpo físico, se encuentra la vibración más sutil de la corriente cósmica, la energía vital; e inundando tanto el cuerpo como la energía vital misma, se encuentra la vibración todavía más refinada de la conciencia.
Las vibraciones de la conciencia son tan sutiles que no es posible detectarlas mediante instrumento físico alguno; sólo la conciencia puede aprehender a la conciencia. Los seres humanos captan las miríadas de vibraciones emitidas por las conciencias de otros seres humanos, expresadas a través de palabras, acciones, miradas, gestos, silencios, actitudes, etcétera.
Todo hombre lleva estampada en sí la marca vibratoria de su propio estado de conciencia, y emite una influencia característica tanto sobre las personas como sobre los objetos. Así por ejemplo, una habitación en la que mora un hombre determinado, se encuentra impregnada de las vibraciones de sus pensamientos. Toda persona dotada de un cierto grado de sensibilidad, será capaz de percibir nítidamente dichas vibraciones.
El ego humano --o su sentido de "Yoidad", la distorsionada imagen mortal del alma inmortal- aprehende la conciencia en Forma directa, y la materia (el cuerpo humano y todas las demás formas de la creación) en forma indirecta, a través de procesos mentales y de percepciones sensoriales. El ego está, pues, siempre consciente de su propia conciencia, más no lo está de la materia --ni siquiera del cuerpo en que él mismo habita- sino cuando fija su atención en ella. De allí que un hombre que se encuentra profundamente concentrado en un determinado tema, esté consciente de su mente, mas no así de su cuerpo.

Cuerpo y Conciencia, Creados por el Hombre en el Estado Onírico

Todas las experiencias producidas en el estado de vigilia de un hombre, pueden ser reproducidas en el estado onírico de su conciencia. Sumido en este estado, el hombre puede soñar que camina alegremente por un hermoso jardín, y de pronto se encuentra ante el cadáver de un amigo; entonces sufre, llora, le duele la cabeza, y su corazón palpita angustiosamente. O tal vez se presente súbitamente una tempestad en su sueño, y se sienta entonces mojado y frío... Más, apenas despierte, el protagonista de los sueños reirá de todas sus experiencias oníricas.
Existe alguna diferencia entre las experiencias de un hombre en el estado onírico y sus experiencias en el estado vigil?. Durante su sueño, este individuo ha experimentado la materia - manifestada en su propio cuerpo, en el de su amigo, en el jardín, etc.: y la conciencia, manifestada en sus sentimientos de gozo y de dolor. Así pues, ambas conciencias -la de la materia y la de la conciencia misma- están presentes tanto cuando el hombre sueña como cuando está despierto.
El hombre es capaz de crear materia y conciencia en un ilusorio mundo onírico. No debería, pues, serle difícil comprender el hecho de que el Espíritu, haciendo uso del poder de maya, haya creado para el hombre el mundo onírico de la "vida": una existencia consciente que es, en esencia, tan irreal - tan efímera y cambiante-- como lo son las experiencias de los sueños.

Maya o la Ilusión Cósmica

El mundo de los fenómenos opera bajo el poder de maya, la ley de la dualidad o de los estados opuestos, y es por lo tanto un mundo irreal, cuya existencia oculta la verdad de la unidad e inmutabilidad divinas. El hombre sueña, en su aspecto mortal, con las dualidades y los contrastes - con la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, la felicidad y el dolor- más, cuando se despierta al fin la conciencia del alma, toda dualidad desaparece, y se reconoce a sí mismo como el eterno y bienaventurado Espíritu.

Las Necesidades de la Humanidad Extraviada

Para la desorientada humanidad, tanto la ayuda médica como la ayuda mental son importantes. Es innegable la superioridad de la mente sobre el poder de los medios terapéuticos materiales, más la acción de los alimentos, las hierbas medicinales y las drogas, aunque más limitada, es también innegable. Al hacer uso de métodos mentales para obtener la salud, no es necesario desdeñar totalmente los sistemas físicos de curación, ya que estos últimos son el resultado de la investigación de las leyes físicas de Dios.
Mientras exista en el hombre la conciencia material de su cuerpo, éste no debería desdeñar totalmente el uso de las drogas curativas. Más, tan pronto como su comprensión del origen inmaterial del cuerpo aumente en el grado suficiente, su fe en el poder terapéutico de los medicamentos desaparecerá, ya que comprenderá que toda enfermedad tiene su raíz en la mente.

La Sabiduría: Suprema Terapia Purificadora

Mi maestro, Sri Yukteswar, jamás afirmó que los medicamentos fuesen inútiles. Y, sin embargo, entrenó a sus discípulos en forma al que, habiendo expandido sus conciencias, cuando caían enfermos muchos de ellos empleaban exclusivamente el poder mental para sanarse. El maestro solfa afirma: "La sabiduría constituye la suprema terapia purificadora".
Existen individuos, tanto en el Occidente como en Oriente, que niegan en forma fanática la existencia de la materia, aun cuando ellos mismos se encuentran todavía dominados por la conciencia corporal hasta el extremo de sentirse desfallecer cuando se ven privados de una sola de sus comidas habituales.
Cuando nos encontramos en aquel estado de realización en el cual cuerpo y mente, vida y muerte, salud y enfermedad, nos parecen fenómenos igualmente ilusorios, solamente entonces nos es lícito afirmar que no creemos en la existencia de la materia.

Conciencia Humana y Conciencia divina

A través de maya - y de su consecuencia, la ignorancia del hombre con respecto a su propia alma- la conciencia humana se encuentra aislada de la Conciencia Cósmica. La mente humana está sujeta a los cambios y a las limitaciones, mas la Conciencia Cósmica está libre de toda restricción, y jamás se compromete en las experiencias de la dualidad: las experiencias de vida y muerte, salud y enfermedad, efímeros dolores y alegrías, etc. Siempre impera en la mente divina una inmutable percepción de la felicidad suprema.
El proceso de liberación de la conciencia humana se desarrolla a través del entrenamiento por medio del estudio, las afirmaciones, la concentración y la meditación. Este entrenamiento nos enseña a retraer nuestra atención de las vibraciones del burdo cuerpo y de las incesantes fluctuaciones de los pensamientos y emociones, capacitándonos para percibir las vibraciones más sutiles y estables de la energía vital y de los estados mentales superiores.

Confiad en el Divino Poder que Yace en Vuestro Interior

Las personas dotadas de una intensa conciencia material, es decir, quienes acostumbran identificar su "ser" con el cuerpo físico, deben ser guiadas paulatinamente, a fin de que aprendan a depender cada vez menos de los medicamentos y de la ayuda externa en general, y a confiar más y más en el divino poder que mora en su propio interior

domingo, 7 de marzo de 2010

LA GUERRA

Pregunta: ¿Cómo podemos resolver, nuestro caos político actual y la crisis del mundo? ¿Hay algo que un individuo pueda hacer para atajar la guerra que se avecina?

KRISHNAMURTI: La guerra es la proyección espectacular y sangrienta de nuestra vida diaria, ¿no es así? La guerra es una mera expresión externa de nuestro estado interno, una amplificación de nuestra actividad diaria. Es más espectacular, más sangrienta, más destructiva, pero es el resultado colectivo de nuestras actividades individuales. De suerte que vosotros y yo somos responsables de la guerra, ¿y qué podemos hacer para detenerla? Es obvio que la guerra que nos amenaza constantemente no puede ser detenida por vosotros ni por mi porque ya está en movimiento; ya está desencadenándose, aunque todavía en el nivel psicológico principalmente. Como ya está en movimiento, no puede ser detenida; los puntos en litigio son demasiados, excesivamente graves, y la suerte ya está echada. Pero vosotros y yo, viendo que la casa está ardiendo, podemos comprender las causas de ese incendio, alejamos de él y edificar en un nuevo lugar con materiales diferentes que no sean combustibles, que no produzcan otras guerras. Eso es todo lo que podemos hacer. Vosotros y yo podemos ver qué es lo que engendra las guerras, y si nos interesa detenerlas, podemos empezar a transformamos a nosotros mismos, que somos las causas de la guerra.

Una señora americana vino a verme hace un par de años, durante la guerra. Me dijo que había perdido a su hijo en Italia y que tenía otro hijo de dieciséis años al que quería salvar; de suerte que charlamos del asunto. Yo le sugerí que para salvar a su hijo debía dejar de ser americana; debía dejar de ser codiciosa, de acumular riquezas, de buscar el poder y la dominación, y ser moralmente sencilla, no sólo sencilla en cuanto a vestidos, a las cosas externas, sino sencilla en sus pensamientos y sentimientos, en su vida de relación. Ella dijo: “Eso es demasiado. Me pide usted demasiado. Yo no puedo hacer eso, porque las circunstancias son demasiado poderosas para que yo las altere”. Por lo tanto, resultaba responsable de la destrucción de su hijo.

Las circunstancias pueden ser dominadas por nosotros, porque nosotros hemos creado las circunstancias. La sociedad es el producto de la relación; de vuestras relaciones y las mías, de todas ellas juntas. Si cambiamos en nuestra vida de relación, la sociedad cambia. El confiar únicamente en la legislación, en la compulsión, para la transformación externa de la sociedad mientras interiormente seguimos siendo corrompidos, mientras en nuestro fuero íntimo continuamos en busca del poder, de las posiciones, de la dominación, es destruir lo externo, por muy cuidadosa y científicamente que se lo haya construido. Lo que es del fuero íntimo se sobrepone siempre a lo externo.
¿Qué es lo que causa la guerra religiosa, política o económica? Es evidente que la creencia, ya sea en el nacionalismo, en una ideología o en un dogma determinado. Si en vez de creencias tuviéramos buena voluntad, amor y consideración entre nosotros, no habría guerras. Pero se nos alimenta con creencias, ideas y dogmas, y por lo tanto, engendramos descontento. La presente crisis, por cierto, es de naturaleza excepcional, y nosotros, como seres humanos, o tenemos que seguir el sendero de los conflictos constantes y continuas guerras, que son el resultado de nuestra acción cotidiana, o de lo contrario ver las causas de la guerra y volverles la espalda.

Lo que causa la guerra, evidentemente, es el deseo de poder, de posición, de prestigio, de dinero, como asimismo la enfermedad llamada nacionalismo el culto de una bandera- y la enfermedad de la religión organizada, el culto de un dogma. Todo eso es causa de guerra; y si vosotros como individuos pertenecéis a cualquiera de las religiones organizadas, si sois codiciosos de poder, si sois envidiosos, forzosamente produciréis una sociedad que acabará en la destrucción. Nuevamente: ello depende de vosotros y no de los dirigentes, no de los llamados hombres de Estado, ni de ninguno de los otros. Depende de vosotros y de mí, pero no parecemos darnos cuenta de ello. Si por una vez sintiéramos realmente la responsabilidad de nuestros propios actos, ¡cuán pronto podríamos poner fin a todas estas guerras, a toda esta miseria aterradora! Pero, como veis, somos indiferentes. Comemos tres veces al día, tenemos nuestros empleos, nuestra cuenta bancaria, grande o pequeña, y decimos: “por el amor de Dios, no nos moleste, déjenos tranquilos”. Cuanto más alta es nuestra posición, más deseamos seguridad, permanencia, tranquilidad, menos injerencia admitimos, y más deseamos mantener las cosas fijas, como están; pero ellas no pueden mantenerse como están, porque no hay nada que mantener. Todo se desintegra. No queremos hacer frente a estas cosas, no queremos encarar el hecho de que vosotros y yo somos responsables de las guerras.

Vosotros y yo charlamos de paz, nos reunimos en conferencias, nos sentamos en torno a una mesa y discutimos; pero en nuestro fuero íntimo, en lo psicológico, deseamos poder y posición, y nos mueve la codicia. Intrigamos, somos nacionalistas; nos atan las creencias, los dogmas, por los cuales estamos dispuestos a morir y a destruirnos unos a otros. ¿Creéis que semejantes hombres vosotros y yo- podemos tener paz en el mundo? Para que haya paz, debemos ser pacíficos; vivir en paz significa no crear antagonismos. La paz no es un ideal. Para mí un ideal es simple evasión, un modo de eludir lo que es, una contradicción con lo que es. Un ideal impide la acción directa sobre lo que es. Mas para que haya paz tendremos que amar, tendremos que empezar, no a vivir una vida ideal sino a ver las cosas como son y obrar sobre ellas, a transformarlas. Mientras cada uno de nosotros busque seguridad psicológica, la seguridad fisiológica que necesitamos alimento, vestido y albergue- se ve destruida. Andamos en busca de seguridad psicológica, que no existe; y, si podemos, la buscamos por medio del poder, de la posición, de los títulos, de los nombres, todo lo cual destruye la seguridad física. Esto, cuando se lo considera, resulta un hecho evidente.

Para traer paz al mundo, por lo tanto, para detener todas las guerras, tiene que haber una revolución en el individuo, en vosotros y en mí. La revolución económica sin esta revolución interna carece de sentido, pues el hambre es el resultado del defectuoso ajuste de las condiciones económicas producido por nuestros estados psicológicos: codicia, envidia, mala voluntad y espíritu de posesión. Para poner fin al dolor, al hambre, a la guerra, es preciso que haya una revolución psicológica, y pocos de nosotros están dispuestos a enfrentar tal cosa. Discutiremos sobre la paz, proyectaremos leyes, crearemos nuevas ligas, las Naciones Unidas, y lo demás. Pero no lograremos la paz porque no queremos renunciar a nuestra posición, a nuestra autoridad, a nuestros dineros, a nuestras propiedades, a nuestra estúpida vida. Confiar en los demás es absolutamente vano; los demás no nos traerán la paz. Ningún dirigente, ni gobierno, ni ejército, ni patria, va a darnos la paz. Lo que traerá la paz es la transformación interna que conducir a la acción externa. La transformación interna no es aislamiento; no consiste en retirarse de la acción externa. Por el contrario, sólo puede haber acción verdadera cuando hay verdadero pensar; y no hay pensar verdadero cuando no hay el conocimiento propio. Si no os conocéis a vosotros mismos, no hay paz.

Para poner fin a la guerra externa, debéis empezar por poner fin a la guerra en vosotros mismos. Algunos de vosotros moverán la cabeza y dirán “estoy de acuerdo”, y saldrán y harán exactamente lo mismo que han estado haciendo durante los últimos diez o veinte años. Vuestra conformidad es puramente verbal y carece de significación, pues las miserias y las guerras del mundo no van a ser detenidas por vuestro fortuito asentimiento. Sólo serán detenidas cuando os deis cuenta del peligro, cuando percibáis vuestra responsabilidad, cuando no dejéis eso en manos de otros. Si os dais cuenta del sufrimiento, si veis la urgencia de la acción inmediata y no la aplazáis, entonces os transformaréis; y la paz vendrá tan sólo cuando vosotros mismos seáis pacíficos, cuando vosotros mismos estéis en paz con vuestro prójimo.
Un antifàz y una màskara de misterio... ke okulta nuestra sensual identidad y nos koloka al borde de la entrega frenètika... esa ke es tan esperada pero ke supera todas las espectativas de pensamiento y sentimiento T.A.I
Tengo terror y no se ke hacer, el frìo se apodera de mi corazòn, de mi voz; se van apagando las fuerzas de vivir sin esperar...se percibe la cruel insinuaciòn del egoìsmo y ke a su vez se eskonde sobre la miserable autojustifikaciòn, oigo alaridos de mediocridad y no kiero hacer nada pero tampoko kiero morir...
Nos keremos kasar con quien nos solucione los vacìos ke tenemos, ya sean emocionales o materiales, y aclaro ke esto lo hacen hombres y mujeres, y asi se mal gasta la vida en esa bùskeda tan desesperada porke se cree ke kuando llegue el o la indikad@, nos brindarà paz,amor, trankilidad, estabilidad y todo ese palabrerìo idealista ke se utiliza para el tema, y asì se cae en la vana celebraciòn de ke la gente usa su sentido comùn (komida,vestido,kasa y kuidados) y considero ke es ilogiko hacer todo ese chow... k vakuos ¿no?
Antes me aterraba el no poder dominar algo...un lugar, una persona, un libro, un sentimiento,un pensamiento, un status, una palabra... en fin, muchas cosas ke yo pensaba k sin ellas no serìa plena, feliz o estaria en la onda O_o, pero pues la verdad fue de ke esforzandome o no habia algo ke dominar, hasta ke un maravillozo dìa no hubo nada... al principio sentì miedo y despuès fingì ke no pasaba nada, pero despuès me deprimì y me coloke en la comodidad de la victimizaciòn, luego decidì salir a kaminar y kaminar  para ver si encontraba un poko de seguridad pero no paso nada... hasta ke enkontre un "lugar" donde pude dejar mi mente... 

ToDo FuÈ iNuTiLmEnTe.... PoR LaS PrISaS

viernes, 5 de marzo de 2010

La KoSa Es BuSkArLe... =D



KooL!!!



SÁNAME,
HE ESTADO SANGRANDO POR MUCHO TIEMPO,
JUSTO AQUÍ, JUSTO AHORA,
DE ALGUNA FORMA LO DETENDRÉ.

VOY A HACER QUE SE VAYA,
YA NO PUEDE ESTAR MAS AQUÍ,
PARECE QUE ES LA ÚNICA MANERA,
PRONTO ME IRÉ,
ESTOS SENTIMIENTOS SE IRÁN.

AHORA VEO QUE LOS TIEMPOS HAN CAMBIADO,
DEJÁNDONOS, PARECE TAN EXTRAÑO,
ESPERO PODER ENCONTRAR,
DONDE DEJAR ATRÁS MI DOLOR,
TODA LA MIERDA QUE APARENTO SOPORTAR,
TODA LA SOLEDAD QUE APARENTO DESTRUIR,
HE VIVIDO LO MEJOR QUE HE PODIDO,
¿ESO NO ME HACE UN HOMBRE?

ENCIÉRRAME,
ESTOY LISTO,
EL CORAZÓN SE DETIENE,
PERMANEZCO SOLO,
NO PUEDO SER YO MISMO.


¿DEJARÉ ESTE SITIO?
¿DE QUÉ ME ESTOY SOSTENIENDO?
¿NINGUNA OTRA COSA LLEGARA? (¿DEJARÉ ESTE SITIO?)
¿SIEMPRE ESTA OSCURO EN ESTE LUGAR?
¿TOMARÉ SU LUGAR?
¿DEJARÉ ESTA RAZA? (¿DEJARÉ ESTE SITIO?)
¿ESPERARÉ A DIOS EN ESTE LUGAR?
¿QUÉ ES LO QUE ME HE VUELTO ?
¿HAY ALGO MAS POR VENIR?
MAS POR VENIR.
ke terror me daba el comprenderme en lo màs profundo de mi ser, indagar sobre lo ke soy, sin fingir,sin suponer,sin juzgar,sin evadir, sin pretender, pensaba ke era complikado o ke traerìa consecuencias irreversibles y kosas raras, pero pues no, resulto de lo mas grandiozo ke pude experimentar.

Desde hace algùn tiempo yo sentìa ke habìa algo mas alla de lo ke habìa aprendido, que no era genial kedarse conforme con una ideologìa, ke habìa ke hacer lo ke uno kiciera sin perjudikarse uno mismo y a los demàs,tampoko creìa en el sometimiento y en buskar problemas inkoncientemente,despuès decidì hacer un cambio radikal con un poko de inkociencia y me toko experimentar infinidad de cosas,ke de todas formas no cambiaron mi sentir... el punto es ke yo no compartìa eso de verdades impuestas,fanatismos o idealismos extremos y asì optè por empezar a estudiar cosas filosfòfikas y me parece genial el haber encontrado un libro ke reafirmo eso ke traia en mi mente de no buskar en cosas externas la famosa felicidad, y ke es mejor la autocomprensiòn y soltarse del pasado y del futuro porke es relativo, ya ke la felicidad o sufrimiento es bajo prercepciòn propia osea ke es subjetivo el asunto.

=D Te AmO, Yo TaMbIèN =D

He estado leyendo libros de filosofìa y todo es relativamente sencillo porke cada kien debe encontrar(por asi llamarlo) su mundo, ke no implika aislarse o pretender ser el salvador pero! si comprender ke nadie tiene poder sobre nadie a menos ke asì lo decida, y ke por muy raro ke estè el famoso "sistema" no es obligatorio ser parte de èl, y es rekomendable no seguir con esa actitud mental de ir contra la korriente porke se hace una pesades innecesaria y sabotea la realidad. 
Usa el pasado como trampolìn NO como sofà...


He tenido una visiòn con respecto al a enfermedad y eske komo es ya bien sabido, se habla de ke la enfermedad es la consecuencia de nuestros pensares y sentires màs profundos, y vaya ke sì porke cuando falta amor el cuerpo manifiesta diabetes, cuando hay odio se manifiesta cancer en el organo en ke recae el sentimiento,y cuando hay inaceptaciòn del ser hay manifestaciones relativamente menores, y esto no implika dejar de tratarlas, lo ke si es rekomendable es hechar una mirada a la profundidad del ser para descubrir el porkè y aunke èste sea muy doloroso, inexplkable o terrible, aceptarlo y comprenderlo.
Por ejemplo yo hace tiempo, cuando me pasaba mucho tiempo con mis familiares me enfermaba de la panza y el riñon, y revize el posible motivo ke lo originaba ( leìa el libro de TU PUEDES SANAR TU VIDA),y en primera instancia lo negaba, hasta ke por fin reconocì ke mi mente hacia un chok enorme pues me sentìa protegida y me convertìa en una niña cuando ya tenìa mis compromisos de adulta.
Asi de sencillo:

No existe la igualdad de base (igualdad innata), a ningun nivel.

Kien dice ke...
no juzga,
no miente,
no se enoja,
no manipula,
no ha hecho kosas por interès,
no hace daño,
no comete errores,
me parece alguien admirable ya ke es muy arduo cargar la maskara...


tengo de miedo de ti  y de tu voz
tengo miedo de ti y de tu amor
miedo de que a mi campo le dejen de crecer
flores de color azul...
 Si kieres un ejemplo de actitud egocèntrika, fijate en lo siguiente:

Si en una conversacion alguien encuentra la justificacion a todos sus actos pero!!! no encuentra ninguna para los demas...



Una vez más tomo impulso y dejo reflejado en un puñado de palabras lo ke realmente no me apetece llevar dentro. Hace bastante que no escribo nada, no se porke, o tal vez sí...pero a veces siento la necesidad de estar en mi espacio tan oscuro y silencioso para reunirme con mis sentimientos a conversar, e intentar ponernos de acuerdo para poder llevar esta vida lo mejor posible. No siempre lo consigo, porke será? pero bueno, en esta vida no siempre uno consigue lo que kiere, y es ke hace poco leí que no hay ke marcarse metas irreales si no reales y conseguirlas...eso sigo intentando cada día, no ser tan exigente conmigo misma, porke al fin y al cabo soy yo la unica perjudicada de todo esto. A la vez que estoy escribiendo, me estoy sintiendo extrañada de hacerlo, incluso hay una sonrisa dibujada en mi cara, jaja, y eske sé ke esta es la unika terapia que me ayuda a relajarme y pues habrá que seguirla llevando a cabo...
Me enkanta el poder decir las cosas tal cual son, porke he descubierto ke es lo mas acertado para alejar el miedo y las dudas de mi mente.

La vida me presenta las diferentes perspectivas para mis cuestionamientos y es genial!!! ya ke entro en una autocomprensiòn explèndida.

miércoles, 3 de marzo de 2010

1.10



Canto bajo relieves
nave tierra, sigo tu voz...

bailo brotado de ilusión
un sueño tibio para los dos

¿que otra cosa es un árbol
más que libertad?

si te abrazo es para sentir...
que a nuestro amor

nunca podrán
sacarlo de raíz

Moral y ètica

El sufrimiento voluntario se reputa meritorio si persigue un fin noble; el involuntario se tiene por censurable si lo dirige indigno fin, y por justo si el mismo es digno. El crimen y el castigo, igual que la herida y su cura, sólo se distinguen teleológicamente. Por ello quien niega los fines que trascienden el deseo se ve obligado a negar la justicia. El sacrificio, en cambio, se separa de los anteriores no por la naturaleza del fin, sino por la presencia espontánea y autónoma de la voluntad. Quien niega el carácter libre de ésta, desecha la moral.

Sólo procede moralmente quien, exponiendo sus bienes actuales por un bien mayor y futuro, desea aquello a lo que no se siente naturalmente inclinado. La naturaleza ha procurado que los demás seres vivos busquen sin repugnancia la consecución de sus fines, esto es, que la bestia prefiera comer a desnutrirse y huir a ser apresada. Sólo al hombre puede resultarle desagradable lo que le conviene, aun a sabiendas de que así es. De ahí el mérito, innecesario e inexistente en el animal, de violentar el propio gusto y desdeñar los placeres inútiles.

Ahora bien, la sola capacidad de sufrir no añade nada positivo en términos morales, ni por supuesto genera derecho alguno. A los delincuentes se los castiga de ordinario dado que poseen la capacidad de padecer, y se los condena porque, extraños a la sociedad humana, se conducen como las bestias, aunque a diferencia de éstas podrían haberlo hecho de otro modo. Por esto el castigo de un criminal es ejemplar, mientras que la inmolación de un animal es mística. En el primer caso se restablece la moral, y en el segundo se establecen sus límites.

Irich

DIOS

Pregunta: Usted ha comprendido la realidad. ¿Puede decirnos qué es Dios?

KRISHNAMURTI: ¿Cómo sabe usted que yo he realizado? Para saberlo, usted también tiene que haber realizo. Esta no es una simple respuesta hábil. Para saber algo, usted tiene que ser parte de ese algo. Usted mismo debe haber tenido también la vivencia, y por lo tanto el que usted diga qué yo he realizado carece aparentemente de sentido. ¿Qué importa que yo haya o no realizado? ¿No es acaso verdad lo que estoy diciendo? Aunque yo sea el ser humano más perfecto, si lo que yo digo no es la verdad, ¿por qué habríais siquiera de escucharme? Mi realización, ciertamente, nada tiene que ver con lo que estoy diciendo, y el hombre que rinde culto a otro porque ese otro ha realizado, en realidad rinde culto a la autoridad y por lo tanto jamás podrá encontrar la verdad. El comprender aquello que ha sido realizado, y el conocer a quien ha realizado, no tiene importancia alguna, ¿verdad?
Bien sé que toda la tradición dice: “estad con el hombre que ha realizado”. ¿Cómo podéis saber que él ha realizado? Todo lo que podéis hacer es estar en su compañía, y aun eso es muy difícil en nuestros días. Hay muy poca buena gente, en el verdadero sentido de la palabra gente que no ande en busca de algo, en pos de algo. Aquellos que andan en busca o en pos de algo son explotadores, y por consiguiente, resulta muy difícil encontrar un compañero a quien amar.
Idealizamos a los que han realizado, y esperamos que nos den algo, lo cual es una relación falsa. ¿Cómo puede comunicarse el hombre que ha realizado, no habiendo amor? Esa es nuestra dificultad. En todas nuestras discusiones no nos amamos realmente unos a otros; somos suspicaces. Deseáis algo de mí: conocimiento, realización, o queréis estar en mi compañía, todo lo cual indica que no amáis. Deseáis algo, y por lo tanto os ponéis a explotar. Si realmente nos amamos unos a otros, habrá comunión instantánea. Entonces no importa que hayáis realizado y yo no, o que vosotros seáis lo superior o lo inferior. Como nuestro corazón se ha marchitado, Dios ha adquirido enorme importancia. Esto es, deseáis conocer a Dios porque vuestro corazón ya no canta; y perseguís al cantor y le preguntáis si os puede enseñar a cantar. Él puede enseñaros la técnica, pero la técnica no os llevará a crear. No podéis ser músicos por el simple hecho de saber cantar. Puede que conozcáis todos los pasos de una danza, pero si en vuestro corazón no hay fuerza creadora, sólo funcionáis como una máquina. No podéis amar si vuestro objeto es simplemente lograr un resultado. No hay cosa alguna que sea un ideal, porque ello es solamente un logro. La belleza no es un logro; es la realidad, ahora, no mañana. Habiendo amor, comprenderéis lo desconocido; sabréis qué es Dios, y nadie necesitará decíroslo y esa es la belleza del amor. Es la eternidad en sí misma. Es porque no hay amor, que deseamos que otra persona o Dios, nos lo dé. Si realmente amarais, ¿sabéis cuán diferente sería este mundo? Seríamos gente realmente feliz. Por lo tanto no debiéramos dejar que nuestra felicidad dependa de Las cosas, de la familia, de los ideales. Debiéramos ser felices, y por lo tanto las cosas, las personas y los ideales no dominarían nuestra vida. Son cosas secundarias todas ellas. Como no amamos y no somos felices, nos interesamos en las cosas, creyendo que nos darán felicidad; y una de las cosas en las cuales nos interesamos es Dios.
Deseáis que os diga qué es la realidad. ¿Lo indescriptible puede ser acaso expresado en palabras? ¿Podéis acaso medir algo inconmensurable? ¿Podéis atrapar la brisa en vuestro puño? Si lo hacéis, ¿es eso acaso la brisa? Si medís aquello que es inconmensurable, ¿es eso acaso lo real? Si lo formuláis, ¿es ello lo real? Por cierto que no, pues en cuanto describís algo que es indescriptible, ello deja de ser lo real. En el momento en que traducís lo incognoscible en términos de lo conocido, ello deja de ser lo incognoscible. Sin embargo, eso es lo que anhelamos. Constantemente deseamos saber, porque entonces podremos continuar, entonces, según lo imaginamos, podremos alcanzar la felicidad fundamental, la permanencia. Deseamos saber por qué no somos felices, por qué luchamos miserablemente, por qué estamos gastados, por qué nos hemos envilecido. Sin embargo, en vez de comprender el simple hecho de que nos hemos envilecido, de que somos torpes, de que estamos hastiados, agitados, deseamos alejarnos de aquello que es conocido hacia lo desconocido que vuelve a ser lo conocido; y por consiguiente no podemos nunca encontrar lo real.
Por lo tanto, en vez de preguntar quién ha comprendido, o qué es Dios, ¿por qué no consagrar toda la atención y percepción a lo que uno es? Entonces encontraréis lo desconocido, o más bien, lo desconocido vendrá a vosotros. Si comprendéis qué es lo conocido, “vivenciaréis” ese extraordinario silencio que no es inducido, que no es forzado; y sólo en ese vacío creador puede advenir la realidad. Ella no puede venir hacia aquello que está tratando de llegar a ser algo, que está esforzándose; sólo puede venir a lo que es; que comprende lo que es. Entonces veréis que la realidad no se halla lejos; lo desconocido no está alejado; está en lo que es. Así como la respuesta a un problema está en el problema mismo, la realidad está en lo que es. Si eso lo podemos comprender, conoceremos la verdad.
Es en extremo difícil darse cuenta de la torpeza, de la codicia, de la mala voluntad, de la ambición, etc. El hecho mismo de darse cuenta de lo que uno es, es la verdad. Es la verdad que liberta, no vuestro esfuerzo por ser libres. De suerte que la realidad no está lejos; pero nosotros la situamos lejos porque procuramos utilizarla como medio de autoprolongación. Está aquí ahora en lo inmediato. Lo eterno, lo atemporal, es ahora; y el “ahora” no puede ser comprendido por el hombre que se halla atrapado en la red del tiempo. Libertar al pensamiento del tiempo, exige acción; pero la mente es perezosa lerda y por lo tanto crea siempre otros impedimentos. Ello sólo es posible por la verdadera meditación, la cual significa acción completa no una acción continua; y la acción integral sólo puede ser comprendida cuando la mente comprende el- proceso de la continuidad, que es la memoria, no la memoria “factual” sino la memoria psicológica. Mientras funciona la memoria, la mente no puede comprender lo que es. Pero la propia mente, la totalidad del propio ser, llega a ser en extremo creadora, a estar pasivamente alerta, cuando uno comprende la significación del terminar, porque en el terminar hay renovación, mientras en la continuidad está la muerte, la desintegración.