CoNtAnDo: No La ViDa VeRdAdErA, SiNo La ImAgInArIa... S.


miércoles, 7 de abril de 2010

"No dejes nunca de sentir porque perderías tu esencia, de nada sirve tener una cabeza tranquila, o unos ojos que vean muy bien, cuando el corazón está ciego o enfermo de recuerdos."

lunes, 5 de abril de 2010

No existe esponja para lavar el cielo
pero aunque pudieras enjabonarlo
y luego echarle baldes y baldes de mar
y colgarlo al sol para que se seque
siempre faltaría el pájaro en silencio

no existen métodos para tocar el cielo
pero aunque te estiraras como una palma
y lograras rozarlo en tus delirios
y supieras al fin como es al tacto
siempre te faltaría la nube de algodón

no existe un puente para cruzar el cielo
pero aunque consiguieras llegar a la otra orilla
a fuerza de memoria y pronósticos
y comprobaras que no es tan dificil
siempre te faltaría el pino del crepusculo

eso es por que se trata de un cielo que no es tuyo
aunque sea impetuoso y desgarrado
en cambio cuando llegue al que te pertenece
no lo querrás lavar ni tocar ni cruzar
pero estarán el pájaro y la nube y el pino...MARIO BENEDETTI
Un humorista argentino que escribe con el seudónimo de Landrú, editaba en Buenos
Aires una famosa revista, después prohibida por la dictadura, que se llamaba Tía Vicenta. Yo
recuerdo que en la portada de la revista aparecía como epígrafe alguna frase, siempre
brillante. Y me acuerdo de todo esto ahora, porque nos vamos a valer de uno de esos
epígrafes para salir de esta trampa. Decía Landrú en Tía Vicenta: “Cuando se encuentre en
un callejón sin salida, no sea idiota, salga por donde entró”.
PÚBLICO EN GENERAL: (RÍSAS.)
J. B.: Y dado que éste es un callejón sin salida, yo les pregunto: ¿por dónde entré? ¿Qué
es lo primero que anoté en el rota folios?
ESTUDIANTE DE PRIMERA FILA: El Yo ideal.
J. B.: El Yo ideal. Muy bien. ¿Y qué es este Yo ideal?
ESTUDIANTE DE PRIMERA FILA: Mi idea de cómo debería ser yo.
FLACO ALTO CABEZÓN: El resultado de mi educación.
MUCHACHA SONRIENTE: Lo que la sociedad quiere que yo sea.
J. B.: ¡Muy bien! Todo eso. Por lo tanto, si quiero escapar de este callejón, y lo más
probable es que esté apurado por salirme de este círculo, lo que debo hacer es deshacerme
de la idea de un Yo ideal (Jorge cambia de marcador y en negro tacha con vehemencia “Yo
ideal”.). Fíjense lo que sucede. Si cancelo la idea de que debo ser de una manera
determinada, el Yo ideal se desvanece. Sólo queda el Yo real, esto es: el que soy. Si no hay
con qué comparar, no hay conciencia de déficit (Jorge sigue tachando), no hay necesidad
de autoexigencia ni de esfuerzo. Sin estos dos mecanismos de auto-tortura, la autoestima
florece. Esto, por supuesto, mejora la imagen que tengo de mí mismo y, en consecuencia,
me pone en las mejores condiciones para que salga el más iluminado de mis Yo interiores, el
que realmente me acompañará en mi camino de desarrollo personal.
CHÁVELA: ¿Qué hacemos con la gente que nos dice todo el día cómo deberíamos ser?
J. B.: El problema no es qué hacemos con esas personas, sino con nosotros.
CHÁVELA (Preocupada.): SÍ, claro, pero con respecto a ellos, ¿qué hacemos?
J. B.: Dejarlos ser. Ellos tienen todo el derecho de ser como son: pesados, autoritarios,
repetitivos, perfeccionistas y hasta paranoicos. Y uno tiene, por supuesto, el derecho de
escucharlos, tolerarlos, desobedecerlos, ignorarlos, echarlos o abandonarlos.
AMA DE CASA: ¿Qué pasa cuando pones esos límites y no los entienden?
J. B.: Supongo que los pones de nuevo.
AMA DE CASA: ¿Y si todavía no los entienden?
J. B.: Los explicas de otra manera, o pides ayuda a alguien que pueda hacer comprender
lo que tú no estás pudiendo explicar.
AMA DE CASA: Admite que hay veces que de todas maneras no te aceptan los límites.
J. B.: Si después de haber sido clara, de haberlo explicado, de haberte tomado tiempo,
de haber agotado los recursos de ayuda externa y de haber tenido la paciencia suficiente
para respetar el tiempo del otro, aquél sigue violando tus espacios, sólo te queda regalarle
simbólicamente un paquete de chocolares M&M. Él va a entender.
AMA DE CASA: ¿A entender qué?
J. B.: Entender el mensaje de M&M.
AMA DE CASA: No entiendo. ¿Cuál es el mensaje?
J. B.: “Ma... ¡Muérete!”
Público en general: (Carcajadas.)


De la autoestima al egoismo - Jorge Bucay

viernes, 2 de abril de 2010

LA VIDA DE RELACIÓN

Pregunta: A menudo ha hablado usted de la vida de relación. ¿Qué significa para usted?

KRISHNAMURTI: En primer término, no hay ser alguno que esté aislado. Ser es estar en relación, y sin relación no hay existencia. ¿Qué entendemos por relación? Es la conexión entre el reto y la respuesta en el trato de dos personas, de vosotros conmigo; es el reto que vosotros lanzáis y que yo acepto o al cual respondo; también el reto que yo os lanzo. La relación de dos personas crea la sociedad; la sociedad no es independiente de vosotros y de mí; la masa no es por sí misma una entidad separada, sino que vosotros y yo, en nuestra mutua relación, creamos la masa, el grupo, la sociedad. La relación es el darse cuenta de la conexión existente entre dos personas. ¿En qué se basa por lo general esa relación? ¿No se basa acaso en la llamada “interdependencia”, en la ayuda mutua? Decimos por lo menos que ella es ayuda mutua, auxilio mutuo, y así sucesivamente; pero en realidad, independientemente de las palabras, de la resistencia emocional que ofrecemos los unos a los otros, ¿en qué se basa la relación? En la mutua satisfacción, ¿no es así? Si yo no os agrado, prescindís de mí; si yo os agrado, me aceptáis como esposa, vecino o amigo. Ese es el hecho.
¿Qué es lo que llamáis “familia”? Evidentemente, es una relación de intimidad, de comunión. En vuestra familia, en la relación con vuestra esposa, con vuestro esposo, ¿existe comunión? Eso, por cierto, es lo que entendemos por relación, ¿verdad? La relación significa comunión en la que no hay temor, libertad para comprenderse el uno al otro, para comunicarse al instante. Es obvio que la relación significa eso, estar en comunión con otro. ¿Lo estáis vosotros? ¿Estáis en comunión con vuestra esposa? Tal vez lo estéis físicamente, pero eso no es relación. Vosotros y vuestra esposa vivís en lados opuestos de un muro de aislamiento, ¿no es así? Tenéis vuestros propios empeños, vuestras ambiciones, y ella tiene los suyos. Vivís detrás del muro y de vez en cuando miráis por encima de él, y a eso le llamáis “relación”. Eso es un hecho, ¿verdad? Podéis magnificarlo, suavizarlo, introducir un nuevo juego de palabras para describirlo, pero el hecho es ése: que vosotros y los que os rodean vivís aislados, y a esa vida en aislamiento le llamáis “relación”.
Si hay verdadera relación entre dos personas, lo cual significa que entre ellas hay comunión, entonces las implicaciones son enormes. Entonces no hay aislamiento; hay amor y no responsabilidad o deber. Las personas que se aíslan detrás de sus muros son las que hablan de deber y responsabilidad. El hombre que ama, no habla de responsabilidad, ama. Por lo tanto comparte con otro su júbilo, su pena, su dinero. ¿Son así vuestras familias? ¿Existe comunión directa con vuestra esposa, con vuestros hijos? Es obvio que no. Por consiguiente la familia es un mero pretexto para continuar con vuestro nombre y tradición, para que ella os dé lo que deseáis, en lo sexual o en lo psicológico, de suerte que la familia llega a ser un medio de autoperpetuación, de prolongar vuestro nombre. Esa es una clase de inmortalidad, de permanencia. La familia también se utiliza como medio de satisfacción. Yo exploto a los demás sin piedad, en el mundo de los negocios, en el mundo exterior político o social; y en el hogar procuro ser bueno y generoso. ¡Qué absurdo! O bien el mundo me agobia y quiero paz, y me voy a casa. En el mundo exterior yo sufro; me voy a casa y trato de hallar consuelo. Utilizo, pues, la relación como medio de satisfacción, lo cual significa que no me quiero ver perturbado por mis relaciones.
De suerte que la relación se busca donde hay mutua satisfacción, halago. Donde no halláis esa satisfacción, cambiáis de relaciones; o bien os divorciáis, o continuáis juntos pero buscáis satisfacción en otra parte, hasta hallar lo que buscáis, es decir, satisfacción, halago, y una sensación de estar protegidos y cómodos. Después de todo, esa es nuestra vida de relación en el mundo; y así es, en realidad. Se busca la relación donde pueda haber seguridad, donde vosotros como individuos podáis vivir en un estado de seguridad, en un estado de satisfacción, en un estado de ignorancia, todo lo cual causa siempre conflicto, ¿no es así? Si vosotros no me satisfacéis y yo busco satisfacción, es natural que haya conflicto, porque ambos buscamos seguridad el uno en el otro; y cuando esa seguridad se torna incierta, os ponéis celosos, os volvéis violentos, posesivos, y lo demás. La relación, pues, conduce a la posesión, a la condenación, a las exigencias autoafirmativas de seguridad, de comodidad y de satisfacción; y en eso, naturalmente, no hay amor.
Hablamos de amor, hablamos de responsabilidad, de deber, pero en realidad no hay amor; la realización se basa en la satisfacción, de lo cual vemos el efecto en la civilización actual. El modo como tratamos a nuestras esposas, a nuestros hijos, a los vecinos y amigos, es un indicio de que en nuestra vida de relación no hay realmente nada de amor. Ella es mera búsqueda de satisfacción. Y siendo ello así, ¿qué objeto tiene entonces la relación? ¿Cuál es su significación esencial? Si os observáis a vosotros mismos en relación con los demás, ¿no encontráis que la relación es un proceso de autorrevelación? ¿Mi contacto con vosotros no revela acaso el estado de mi propio ser, si me doy cuenta, si estoy bastante alerta para tener conciencia de mi propia reacción en la vida de relación? La relación es realmente un proceso de revelación de uno mismo, es decir, un proceso de conocimiento propio; y en esa revelación hay muchas cosas desagradables, pensamientos y actividades inquietantes, molestos. Como no me gusta lo que descubro, huyo de una relación que no es agradable hacia una relación que sea grata. La relación, por lo tanto, tiene muy poco sentido cuando sólo buscamos satisfacción mutua; pero se vuelve en extremo significativa cuando es un medio de revelación y conocimiento de uno mismo.
Después de todo, en el amor no hay relación, ¿verdad? Sólo cuando amáis algo y esperáis retribución de vuestro amor, hay una relación. Cuando amáis, es decir, cuando os entregáis a algo enteramente, plenamente, entonces no hay relación.
Si realmente amáis, si existe un amor así surge entonces algo maravilloso. En semejante amor no hay razonamiento, no existe el uno y el otro, hay unidad completa. Es un estado de integración, un completo ser. Esos momentos tan raros, dichosos, jubilosos, existen, entonces hay completo amor, comunión total. Lo que generalmente ocurre es que lo importante no es el amor sino el otro, el objeto del amor; aquel a quien se da el amor se vuelve lo importante, no el amor en sí. Por diversas razones, ya sean biológicas o verbales, o por un deseo de satisfacción, de consuelo, y lo demás, el objeto del amor llega entonces a ser lo importante; y el amor se aleja. Entonces la posesión, los celos y las exigencias causan conflicto, y el amor se aleja cada vez más; y cuanto más se aleja, tanto más el problema de la relación pierde su significación, su valor y su sentido. Por eso el amor es una de las cosas más difíciles de comprender. No puede provenir de una urgencia intelectual, no puede ser fabricado por diversos métodos, medios y disciplinas. Es un estado de ser cuando las actividades del “yo” han cesado; pero ellas no cesarán si simplemente las reprimís, las rehuís o las disciplináis. Es preciso que comprendáis las actividades del “yo” en todas las diferentes capas de la conciencia. Hay momentos en que realmente amamos, en que no hay pensamiento ni móvil; pero esos momentos son muy raros. Y es porque son raros que nos aferramos a ellos en el recuerdo y así creamos una barrera entre la viviente realidad y la acción de nuestra existencia diaria. Para comprender la vida de relación es importante comprender primero lo que es, lo que realmente está ocurriendo en nuestra vida, en todas las diferentes formas sutiles; y también lo que la relación significa en realidad. La relación es autorrevelación. Es porque no queremos revelarnos a nosotros mismos que nos refugiamos en la comodidad, y entonces la relación pierde su extraordinaria hondura, significación y belleza. Sólo puede haber verdadera relación cuando hay amor, pero el amor no es la búsqueda de satisfacción. El amor existe tan sólo cuando hay olvido de uno mismo, cuando hay completa comunión, no entre uno o dos sino comunión con lo supremo; y eso sólo puede acontecer cuando se olvida el “yo”.