CoNtAnDo: No La ViDa VeRdAdErA, SiNo La ImAgInArIa... S.


lunes, 15 de noviembre de 2010


La pregunta de Joaquin:
Me he perdido, he perdido mi vida consagrándola enteramente a ayudar a una persona. Sólo he podido calmar momentáneamente y periódicamente sus sufrimientos, sin llegar a sacarla de lo que la destruye. Una amiga me hizo consciente de que mi propio sufrimiento engendraba esta situación. Si olvidé mi propia vida, quisiera recuperarla, tener bastante sitio para mí para poder vivir y respirar suficientemente. Pero no sé cómo llegar a esto sin hacer sufrir a la persona que trato de ayudar…

La respuesta de Alejandro Jodorowsky:
Hoy he escrito en “El placer de pensar” una fábula inspirada en dos cartas del Tarot, El Loco y el Ermitaño, que finaliza con esta moraleja: “Es bueno ayudar a los otros, pero no hay que olvidar, al mismo tiempo, de ayudarse a uno mismo”. El Ermitaño, por querer ayudar al Loco, alumbrándole el camino, termina por morir, cayendo en un precipicio. ¿Cómo hacerte comprender que el problema fundamental que padeces no es el de la persona que ayudas, sino el que eres incapaz de amarte a ti mismo? Cuando un santo se da enteramente para salvar a alguien, su alma se llena de un resplandor sublime, mientras más ayuda al otro, más se enriquece espiritualmente. Tú, por el contrario, te empobreces. No siendo capaz de ayudarte a ti mismo intentas ayudar a otro. El que se comporta como un vampiro, tragando sin cesar tu energía, demostrándote que fracasas en tus intentos, pero atándote a él (o ella). Este enfermo , tan incapaz como tú de amarse, también es incapaz de amarte a ti. Y eso te precipita en el placer de la insatisfacción, porque te hace revivir el sufrimiento infantil de no haber sido nunca amado por tus padres. Estar ayudando a ese mendigo de afecto, te da en cierta manera la sensación de ser necesitado, y por tanto amado. En medio de tu total desvalorización, te agarras a tal actividad como si fuera la única que tienes: si sacrificas tu vida, piensas que mereces vivir. Lo que es una paradoja: ¡te pierdes de vivir tu vida para merecerla vivir! Creo que en lugar de ayudar a esa persona, le haces un daño: la conviertes en tan dependiente, como ella te convierte a ti. Ella necesita tu sacrificio. Tú necesitas su sufrimiento. Cuando una persona cae en el mar sin saber nadar, se agarra hasta del filo de una navaja. Si sueltas al necesitado, y si este quiere vivir, se agarrará de otro o bien, si quiere morir, tendrá el alivio de hacerlo rápido… No eres un santo, eres un co-dependiente, que , por no respetar su propia vida, se enreda con alguien que nunca lo amará ni le agradecerá sus sacrificios…

¡Vamos, Joaquin, sé valiente: coloca a esta persona en manos de un terapeuta, haciéndola responsable de su propia vida, y tú compra una bicicleta y vete a recorrer países pedaleando!

No hay comentarios:

Publicar un comentario